…Todos los groseros a bailar encima de lava volcánica, súbele el volumen a la música satánica, vamos a quemarnos en el fuego con el diablo, residente máximo exponente del pecado…
(Fragmento de canción El tango del pecado de calle 13)
La anterior canción fue vetada de algunos países e incluso algunas ciudades de nuestro País en su momento; sin embargo es algo muy normal en esta generación y hasta de total efusividad corearla a todo pulmón.
Lo sorprendente no es esto, lo curioso es la contra parte, es decir, como orador si se me escapa una grosería o vulgaridad no sería castigado, pero si menciono la palabra DIOS, automáticamente existe una molestia, indignación y hasta motivo de que me saquen del lugar por “agredir la audiencia” con tan “peligroso comentario”.
De hecho estamos en una sociedad donde por cualquier cosa puedes pasar la línea de ser alguien con “fobias” respecto a algo o alguien… pero se ignora que el sistema actual alimenta la “TEO FOBIA”, es decir, las cosas que tienen que ver con Dios; nos cuidamos mucho de no ofender a nadie excepto de ofender a Dios.
¿Creer en el diablo pero en Dios no?
Antes de continuar quiero expresar y resaltar mi más profundo amor por esta generación, hago lo que sea por conectarlos con valores, principios e inculcar lo correcto en ellos evitándoles cometer errores futuros.
Dicho lo anterior no puedo dejar pasar como muchos de estos chicos se auto definen como inteligentes por excluir a Dios de sus vidas y dejarlo fuera de toda posibilidad, pero cada vez son más vulnerables a las drogas, que inicialmente son una “aparente diversión que pueden dominar” hasta que descubren que es una falacia y algunos de ellos tocan fondo habiéndose engañado a sí mismos.
¿Asunto generacional?
Lo más escalofriante y místico que vivió mi generación era escuchar cintas de casetes al reverso tratando de encontrar mensajes sublímales en canciones de los artistas del momento (aclaro que no estoy tan viejo, pero si casetes).
Quizás era espeluznante encontrar un mensaje diferente al que escuchabas de manera normal y entrabamos en pánico. Era casi imposible descansar tranquilos y ni mencionar que cuando te acostabas a dormir si un pie tuyo se salía de la cobija, corrías el inminente riesgo de ser atrapado quien sabe por cualquier monstruo nocturno (bueno, eso sigue pasando en la actualidad); esta generación acuña no creer en “tonterías” pero mientras le restan protagonismo a Dios le suman poder a todo aquello que se opone y que por lo general no les está dando un estilo de vida aplaudible que inspire respeto.
Cada vez más chicos en las drogas, cada vez más fracasos amorosos, una sexualidad bastante irresponsable y vergonzosa… se tenía que decir y se dijo.
No hay una identidad definida, encontramos exigencia de derechos pero no el asumir responsabilidades.
Creo fielmente en que esta generación es afortunada y hay cientos de jóvenes altamente capacitados para traer una verdadera transformación de la sociedad, siempre y cuando su inteligencia no se resuma en sacar a Dios de la ecuación expresando la eterna pregunta. Si realmente DIOS existiera ¿Por qué existe tanto dolor y maldad en el mundo? … Es muy fácil culpar a Dios y culpar a los demás por nuestras equivocadas decisiones. Mejor es tomar la iniciativa de recuperar valores, rescatar principios, aportar significativamente en el cambio de nuestras familias, ciudad, país y para eso Dios debe ser el centro de dichas decisiones.
Mi argumento en contra de Dios fue que el universo parecía ser muy cruel e injusto. ¿Pero cómo conseguí esa idea de justo e injusto? Un hombre no puede llamar una línea torcida a menos que no tenga alguna idea de una línea recta. ¿Con qué estaba comparando este universo cuando lo llamaba injusto?
C. S. LEWIS
Escritor de las crónicas de narnia (Ex ateo del siglo XX)